lunes, 18 de octubre de 2010

Filosofía de la Religión

LA  FE EN LA FILOSOFÍA
LA NOCIÓN DE CREENCIA

Cuando hablamos de creencias entendemos el término en dos sentidos: algo que no nos ofrece total confianza y aquellas convicciones personales, que si bien pueden ser de carácter netamente subjetivo, se asientan firmemente en la mente.  También bajo otra óptica, cuando la gente piensa en las creencias, en unas circunstancias las considera de manera despectiva, como si fueran indignas de ser valoradas y en otras circunstancias son objeto de respeto y reverencia profunda. 

Obra de René Magrite

Ahora la cuestión que nos atañe es esta: ¿cuál es el sentido de creencia que hay que aplicar cuando hablamos de tener creencias religiosas?  Es corriente que cuando una persona quiere poner en aprietos a un filósofo le pregunte a quemarropa “¿crees en Dios?”  Sin duda, la respuesta que dé será comprometedora.  Pues si dice sí, el filosofo ya no lo parecerá tanto porque tendrá que aceptar como propias un conjunto de creencias que quizás vayan en contravía de su espíritu racional.  Pero si dice no, se esperará de él una serie de argumentos de carácter escéptico que den cuenta de su posición “naturalmente racional y crítica”, que después de todo puede ofrecer contradicciones o dificultades teóricas y prácticas.

Discutir sobre este tipo de cosas es pues difícil, en razón de la complejidad de la noción de creencia y en razón de la complejidad de la noción misma de “Dios”.  Poca gente del común se da cuenta de que una creencia religiosa no necesariamente implica la creencia en un Dios personal, y son menos los que logran distinguir una creencia religiosa de una actitud religiosa, de un pensamiento religioso y de una vida religiosa, etc.  Un individuo puede ser alguna de esas cosas sin tener las otras, y hasta un filósofo puede tenerlas todas  y no tener que creer en un dios de ningún tipo.  Si todo esto ocurre con la simple noción de creencia es fácil imaginarse lo que sucedería con todas las demás cosas relativas a los asuntos religiosos y filosóficos. 

Capilla Sixtina - Vaticano

¿Existe alguna salida?  La mejor de todas, en principio, es esforzarse por aclarar las nociones de racionalidad y religiosidad.  Si el afán es imponer una opinión, es prácticamente imposible llegar a algún acuerdo.  Pero si el afán es la comprensión y se dispone de las herramientas hay que lanzarse en la empresa de filosofar y eso no se opone para nada a ciertas formas de religiosidad.  Es más, muchas actitudes honestamente religiosas y muchos modelos de vida religiosa exigen esa disposición y actitud filosóficas, pues la razón, no tiene por qué abandonarse, y hasta sería contraproducente para el hombre de fe, no pensar lo espiritual.

CREER EN DIOS

No es lo mismo decir: “Creo en Dios”, a decir: “Creo que tengo las llaves en el bolsillo”.  La diferencia es intuitivamente evidente, pero hay que analizarla para hacerla más clara a un ojo agudo.  En ninguno de los dos casos se trata de una opinión.  Una opinión tendría la forma de algo así como “Creo que los grupos extremistas son la peor opción” o “Creo que es mejor pintar el cuarto de azul”.  El limite, por supuesto, no es del todo diáfano desde el punto de vista lógico, más sin embargo, es factible establecerlo.  Cuando digo: “Creo que tengo las llaves en el bolsillo”, expreso una creencia que señala un hecho, no una idea sobre un hecho, como “Creo que es mejor pintar el cuarto de azul”.  La segunda opinión es una cuestión que no puede ni ser refutada, ni ser demostrada.  Puede  que el individuo que la enuncie haga que otros la compartan o que sea persuadido de cambiar de opinión, pero no hay ningún hecho con el cual sea confrontable.  Eso no quiere decir que esas opiniones no puedan ser argumentables y que no puedan adquirir un aspecto racional.  Incluso, estamos acostumbrados a argumentarla y eso no está bien.  Pero una creencia como “Creo que tengo las llaves en el bolsillo” sólo debe ser confrontada con los hechos; basta con buscar las llaves en el susodicho bolsillo y ya está.  ¿Y qué pasa cuando pensamos en la expresión: “Creo en Dios”?  Pareciera que no se trata de una creencia que deba ser confrontada con ningún hecho, y en ese sentido es absurdo mostrar pruebas o buscar algo, como en el caso de las llaves.  ¿Pero basta con argumentarla como en el caso de las otras creencias?  La respuesta aquí podría ser sí, pero no es tan fácil, pues generalmente cuando creemos en algo hay grados posibles de fuerza en nuestras creencias.  A veces lo creemos con debilidad.  Y es usual que usemos la palabra “creencia” para hacer referencia a convicciones débiles.  Pero, al mismo tiempo, todos sabemos que cuando alguien dice: “Creo en Dios”, si bien lo puede decir con diferentes grados de fuerza, al fin y al cabo se tratará de una convicción, de una expresión comprometedora.


Muro de las Lamentaciones-Jerusalem

Nótese que si bien es fácil cambiar el “Creo que las llaves están en mi bolsillo” por un “Se que las llaves están en mi bolsillo”, prácticamente nadie dice “Se que Dios existe” o “Conozco a Dios”.  Todo eso suena muy pedante, aún más entre hombres de fe.  Eso nos hace pensar que cuando hablamos de creencia en un Dios o en cualquier caso de creencia religiosa, estamos hablando de una profesión de fe. 

La fe no puede concebirse como una creencia débil en el sentido habitual del término.  Tampoco es necesario confundirla con la superstición y mucho menos implica una carencia absoluta de disposición y actitud filosófica.  Según lo que nos enseñan las religiones tradicionales de más amplia influencia en occidente, cuando hablamos de fe hablamos de amor.  Es más fácil traducir “Creo en Dios” en “Amo a Dios”, que en “Sé de Dios”, aunque la última traducción no se niega, sólo que es incompleta.  La profesión de fe revela una actitud ante la vida y ante los hombres, una manera de ver las cosas, un deseo de actual y un anhelo, que no está presente en las otras formas de creencia.  El hombre de fe no es un sujeto con creencias débiles, sino que es, por el contrario, un hombre enamorado.

EL APARENTE CONFLICTO ENTRE FE Y RAZON


Oración en una mezquita

Obviamente lo que hemos dicho no es fácil de comprender por la mayoría de las personas, incluyendo aquellas que hacen profesión de fe.  Y tampoco lo ha sido en el pasado.  En la Edad Media el conflicto entre razón y fe estaba presente y no de una forma superficial como suele pensarse.  Fue tan fundamental este problema filosófico que hasta se puede decir que fue el motor de la mayor parte de las discusiones y las reflexiones filosóficas de ese tiempo.  Los pensadores medievales, en su ambiente intelectual, tuvieron que enfrentarse con esa dificultad y ofrecieron, desde diversas ópticas, opciones muy sugerentes.

¿En qué consistía el aparente conflicto?  Muy simple.  Por vía racional se puede llegar naturalmente a muchas conclusiones que tienen el apoyo sustancial de la lógica y los hechos.  Pero el hombre de fe medieval creía con fervor en la palabra revelada, aquella que está consignada en los textos sagrados, y consideraba que de ella emanaba una serie incuestionable de verdades que en muchos asuntos importantes parecía contradecir las conclusiones de la razón filosófica.  Esta situación conflictiva apareció tanto entre judíos como entre cristianos y musulmanes.  ¿Qué opción tomar?  Rechazar la doctrina revelada para estos hombres era imposible, pues la fuente de verdades que constituían las sagradas escrituras hacía parte de su suelo común, era su piedra de toque y su punto de partida.  La otra opción, que era la fácil, era la de abandonar la reflexión y especulación filosóficas como si fuese una segura fuente de confusiones y de errores.  Pero esta opción facilista implicaba dejar a un lado el arma más poderosa que el género humano puede compartir para  aproximarse a la comprensión de la realidad como un todo.  La tercera opción era pues, la de conciliar la oposición disolviendo el conflicto y mostrando que era aparente.


Iglesia católica

Esto último fue lo que hicieron muchos pensadores de gran relevancia en Occidente.  Uno de ellos fue Averroes, quien en sus variados tratados se esforzó por desarrollar una compleja y elaborada visión filosófica del mundo que se apropiara de los avances de los pensadores griegos antiguos sin necesidad de abandonar los preceptos y verdades espirituales fundamentales del Islam.  Fue particularmente en su obra titulada Doctrina Decisiva a cerca de la concordancia entre la revelación y la sabiduría donde se empeñó en demostrar que para el hombre de fe no sólo es útil y beneficioso el recurso de la reflexión filosófica sino, además, estrictamente necesario, pues sin la filosofía el hombre de fe puede hallarse abandonado sin la luz que la divinidad misma, en su infinita misericordia, le ha concedido a los limitados mortales para que se acerquen a la verdad.  Es un absurdo, para Averroes, pretender que se niegue el valor de la argumentación y el raciocinio, cuando es éste el que permite que la ley divina se haga accesible a las mentes de los hombres, y sobre todo, se haga aplicable.  Las verdades reveladas son una suerte de principio generales que orientan la vida práctica pero que tienen que ser interpretados para que tengan una aplicación efectiva; interpretación que sólo es factible con el uso de la razón.  Los hombres tampoco podemos desconocer las enseñanzas de la razón filosófica, pues lo que esta nos enseña también nos lo está enseñando Dios mismo, sólo que por otro medio, no tan inmediato como el de la belleza poética e intuitiva de los versos sagrados, pero sí claro y comunicable como el de cualquier argumentación.


Mezquita de El Cairo-Egipto

Con ello Averroes se opuso a otros pensadores musulmanes que como Algazel-autor de la Destrucción de los filósofos- pretendían refutar el uso de la razón filosófica utilizando paradójicamente argumentos filosóficos.  La razón misma, al ser autocrítica, nos señala sus limitaciones y nos hace entender que puede tratarse de un camino de indagación y de búsqueda espiritual de sentido distinto pero, al fin y al cabo, compatible con el del enamoramiento propio del hombre religioso.  Tan es así, que no es una exageración decir que la filosofía misma, con todo lo que representa, se nos manifiesta como un indudable camino espiritual que comparte con la vía religiosa ese afán de totalidad, de sentido y comprensión que le ha definido desde sus orígenes.  Averroes es sólo un ejemplo.  Pero nosotros podemos entender su intención a nuestro estilo.

Cuando discutimos filosóficamente sobre la existencia de Dios, por ejemplo, estamos tratando de conocerlo, pero de una manera que no tiene por qué desvirtuar la disposición y la actitud del hombre de fe.  La fe no se pone en peligro con pensar, y pensar no es carecer de fe.  Hay fe en la filosofía, pues ella misma es amor de saber, ella misma es fe y podemos, como muchos grandes espíritus, tener fe en ella.

Bibliografía:
Tomado de: La Fe en la Filosofía, Sección Monografía. Filosofía 11º,  Editorial Santillana Siglo XXI (Varios Autores), pág. 222-225, 2000.

Actividades:

1.    Con base en la información del texto, realice un comentario sobre el siguiente interrogante: ¿Existe semejanza entre la filosofía y la religión?
2.    Cuando se formula la pregunta ¿Crees en Dios?  ¿Qué se busca con ella?
3.   La respuesta al interrogante 2º, enviarla al correo electrónico solo.informes.ita@gmail.com
4.    Fecha límite para la publicación de sus comentarios y el envío de sus correos: 20 de Noviembre de 2010.

martes, 17 de agosto de 2010

Sociología: Introducción

El Hombre, ser social
Si observamos cada una de las cosas que hacemos a diario, podemos constatar que todas nuestras actividades siempre están referidas a los demás. Nuestras relaciones con las personas son de diversa índole: afectivas, interdependientes, profesionales y ocasionales. Todo lo que hacemos, aunque nos parezca muy personal, lo hacemos en función de otros. P.ej., cuando escogemos la ropa que vamos a vestir o nos peinamos el cabello, lo hacemos pensando en los demás, en que nos vean bien. El hombre nace facultado para desarrollar una serie de capacidades o potencialidades en el transcurso de su vida. Este potencial de energías está conformado por la capacidad de pensar, de amar, de decidir, de relacionarse con la naturaleza y con los demás. El desarrollo equilibrado de tosas esas capacidades es lo que constituye el desarrollo integral del hombre. La sociedad favorece ese desarrollo en tres campos principalmente: Biológicamente, el ser humano es definido, alimentado, atendido en su salud… Psicológicamente, el ser humano recibe y da afecto, sentimientos, seguridad, estímulos y demás… Intelectualmente, el ser humano hereda o transmite, es decir, comparte con otros ideas, lenguas, normas, técnicas de trabajo…

De otra parte, la sociedad humana se caracteriza por los siguientes elementos: una población compuesta por un conjunto de individuos. Una vinculación entre estos individuos. Una continuidad en el tiempo. Una cultura común. Esta descripción de sociedad nos muestra claramente su relación con la cultura. La cultura es un elemento de la sociedad, tal vez el más característico. Pero ninguna de las dos determina a la otra. En las sociedades primitivas muy homogéneas, cada cultura constituía una sociedad y cada sociedad era una cultura, puesto que la mentalidad colectiva y las pautas de conducta eran compartidas en su totalidad por el grupo o sociedad. En las sociedades modernas puede darse y de hecho se da, que en una misma sociedad existan diversas culturas o pluralidad cultural. P.ej., en las grandes ciudades conviven diversas razas, culturas, religiones, costumbres… O también, en el caso de la sociedad colombiana, que se encuentra conformada por diversas culturas religiosas, étnicas, políticas… Tanto el concepto de sociedad como el de cultura no son estáticos sino dinámicos, es decir, evolucionan aunque muchas veces esta evolución es lenta y difícil de observar.

El Individuo y la Sociedad
Cuando convivimos e interactuamos con otras personas, nos formamos una idea de ellas, es decir, las percibimos. A su vez las otras personas nos perciben y emiten juicios sobre nosotros. Una vez que se da la mutua percepción, la persona y la sociedad entran en un contacto más profundo. Establecen relaciones económicas, políticas, etc. A esas relaciones se les conoce como la acción social, que requiere de la mutua influencia del individuo y de la sociedad. Todos tenemos necesidades materiales, espirituales, intelectuales, morales o afectivas las cuales debemos solucionar. Pero somos conscientes de que solos no lo podemos lograr, por lo cual debemos interactuar con los demás. Cuando nos relacionamos con los demás somos influidos y también influimos. Los demás nos brindan afecto, bienestar, posibilidades. De igual manera nosotros brindamos a los demás elementos similares. Esa mutua influencia es lo que constituye la intersubjetividad. El objetivo de esa relación de sujetos sociales es procurar la realización de la personalidad de cada uno de ellos. Pero es necesario anotar que, en muchos casos, se perciben relaciones preferentes, de coacción o de indiferencia que atentan contra la dignidad de muchas personas. En este caso, las relaciones se vuelven despersonalizantes.

Para lograr nuestra realización personal, es preciso que elaboremos todo un plan de metas y acciones que debemos ir alcanzando en el transcurso de nuestra vida. Por eso decimos que la acción del hombre en sociedad debe poseer un actor, unos medios, unas condiciones y unos fines. El actor. Es la persona misma que piensa y actúa acomodando su conducta a la de los demás. Esa conducta también está condicionada por maneras de pensar, de sentir y de actuar externas a él. Por ello decimos que la persona se desarrolla en un lugar, en un momento histórico y en una situación específica. Los medios. Son instrumentos que la persona utiliza para lograr un fin. P.ej., la educación y la presentación personal son medios para acercarse al triunfo profesional y laboral, entre muchos otros. Las condiciones. Pese a todo la persona, lo mismo que los medios que utiliza, se encuentra rodeada por unas condiciones que algunas veces obstaculizan el logro de las metas. Estas condiciones pueden ser de diversos tipos: económicas, biológicas, políticas, etc. Los fines. Constituyen las metas perseguidas por las personas. Es importante tener en cuenta que estos fines no deben ir en contra de la realización personal de los demás.

La Dimensión Social de la Persona en la Filosofía
En el pensamiento griego podemos identificar dos concepciones de lo social: la idea de los sofistas y la teoría de Platón y Aristóteles. Los sofistas fueron los primeros que reflexionaron acerca del origen de la sociedad. Para ellos, las normas sociales, políticas y culturales carecían de sentido. Por tanto, la convivencia social y política se articulaba, según ellos, sobre todo en torno al dominio del lenguaje y de las técnicas de persuasión, ya que concebían la justicia como el “dominio del más fuerte”. Platón y Aristóteles, los grandes racionalistas griegos, reaccionaron contra los sofistas afirmando que el hombre es social por naturaleza y por eso es necesario promover racionalmente la justicia dentro de la polis. P.ej., entre las virtudes del ser humano Aristóteles destacaba la justicia, y para él era justo aquél que se proyectaba más hacia los demás que hacia si mismo, aquel que le daba gran valor a la solidaridad.

John Locke
A partir del siglo XVIII, John Locke explicó el origen de la sociedad recurriendo a la teoría del contrato, según la cual los hombres se asocian racional y libremente al poder común que garantiza los derechos de todos los ciudadanos. Luego, pensadores como Jean Jacques Rousseau y Thomas Hobbes siguieron con la teoría del contrato, como elemento esencial y originario de la convivencia social y política, ya que obliga a respetarse mutuamente y a superar los instintos animales de todo ser humano, como el despotismo, la venganza y la aniquilación del adversario. Para ellos, el individuo es más importante que la sociedad.

Friedrich Hegel
A partir del siglo XIX, varias corrientes de pensamiento hicieron nuevos aportes al concepto de sociedad. Para Friedrich Hegel, la sociedad es más importante que el individuo; está por encima de él. El Estado es el marco racional en el que los individuos adquieren su máxima función. Los Sociólogos Positivistas, como Augusto Comte, advirtieron del peligro tanto de las teorías del contrato, en las que el individuo parece tener la explicación total de la sociedad, como la del universalismo social de Hegel, que puede anular al individuo. Por eso explicaron el origen de la sociedad como una interacción entre individuos y grupos. La antropología social y cultural del siglo XX ofreció otra visión del origen de la sociedad y de la política. Según Clude Lévi-Strauss y otros, el intercambio de bienes es el hecho económico esencial de las sociedades primitivas; y en el caso del matrimonio, el tabú del incesto actúa como prohibición, es decir, que cada familia intercambia sus hombres y mujeres con otra familia asegurando las relaciones fuera del contexto familiar o exogámico, y construyendo así, en círculos cada vez más amplios, una sociedad.

Las Estructuras Sociales
Las estructuras son partes o secciones la misma índole que se desarrollan y evolucionan dentro de la sociedad. Entre las estructuras sociales a las cuales pertenecen la mayoría de los hombres podemos mencionar: la familia, el grupo profesional y la sociedad política. La Familia, es la estructura social integrada por ambos cónyuges y por la sociedad paternofilial, derivada de la anterior. La importancia de la sociedad conyugal, como base de la familia, se fundamenta en tres aspectos: suministra las condiciones normales para satisfacer tanto los instintos más elementales como las inclinaciones más elevadas de los cónyuges; realiza de manera plena el ideal humano, elevando el instinto de las personas a la altura del amor y arrancando al individuo de sus tendencias egoístas; asegura la reproducción y propagación de la especie. En relación con los hijos, la sociedad conyugal tiene asignadas dos funciones principales: la económica, por la cual han de atenderse las necesidades existenciales de los hijos. La educativa, que consiste principalmente en proporcionar a los hijos los medios suficientes para que alcancen su desarrollo intelectual y moral, facilitando de esta manera una actitud orientada hacia la realización personal y a la autonomía. El Grupo Productivo. Todo hombre, en razón de su trabajo, se inserta necesariamente en determinadas estructuras sociales de carácter productivo. Entre estas estructuras debemos destacar de manera especial la empresa y la agrupación laboral. La empresa es un grupo social o unidad de producción en que se integran diversos factores que varían de unos a otros sistemas económicos. En el sistema capitalista la empresa se halla integrada por el capital, colocado por los empresarios, y por el trabajo, realizado por obreros y empleados. La agrupación laboral, denominada generalmente sindicato, es una estructura creada para defender los intereses económicos y laborales de los obreros, para velar por la dignidad profesional y por unas condiciones de trabajo dignas. La Sociedad Política, se encuentra integrada por los individuos, las agrupaciones o estructuras sociales intermedias, como son la familia, los sindicatos, etc., y por el Estado, que es el órgano rector de la sociedad.

Las Clases Sociales
Karl Marx
El concepto de clase social fue elaborado por la sociología marxista. Según Marx, la producción de los bienes materiales ocasiona un fenómeno: la riqueza se acumula en manos de unos pocos, mientras que otros, la gran mayoría, permanecen pobres y explotados. La sociedad queda entonces dividida en dos grandes grupos: la clase dominante, que posee los medios de producción, y la clase dominada que no es propietaria. Comenzando en el siglo XXI es difícil diferenciar claramente las clases sociales. Hoy la pertenencia a una clase no depende solamente de la propiedad de los medios de producción, sino también del nivel de ingresos, del grado de educación, del prestigio social, del origen familiar, étnico, etc. En las sociedades modernas suelen distinguirse tres clases: alta, media y baja. Sin embargo, varios sociólogos han advertido que en las sociedades actuales tiene mucho más importancia la formación de grupos o élites. La realidad de nuestro continente latinoamericano es semejante en todos los países del área. El neocolonialismo, que quiere decir dependencia económica, ha traído como consecuencia una radical estratificación social que consta, a grandes rasgos, de las siguientes clases: la alta burguesía, la baja burguesía o clase media, la clase baja y la subproletaria. La alta burguesía, conocida comúnmente como clase alta, está compuesta por grupos reducidos que controlan la banca, la industria, el comercio, el poder público y político, al igual que los medios de comunicación social. Este grupo, con frecuencia, representa intereses económicos extranjeros. La baja burguesía, o clase media, está compuesta por profesionales, altos empleados y miembros de las jerarquías religiosas, militares, profesionales, mandos medios, etc. Estos grupos han alcanzado de manera gradual un grado considerable de representación política. La clase baja, o proletariado, está constituida por el grueso de la población: empleados de oficina y obreros de fábricas. También pertenecen a este estrato un gran número de personas que trabajan por cuenta propia. Estos sectores bajos viven el espíritu de la superación en la dinámica del trabajo. Su deseo es aumentar sus ingresos y alcanzar el nivel medio. El subproletariado, o clase baja-baja, está conformado por un gran sector de la población que se halla subempleada en el campo y la ciudad; asalariados con ingresos inferiores al salario mínimo, vendedores callejeros, vendedores de semáforo. Estos grupos se hallan en una fase previa a la descomposición social. El lumpenproletariado, categoría denominada así por Karl Marx, está conformada por mendigos, prostitutas, vagos, basuriegos, etc.

Los Grupos Sociales
Marcha Sindical
Un grupo social se diferencia del mero conglomerado social –generalmente denominado como masa, muchedumbre, gentío…- en que este grupo está dotado de organización estable, cohesión y permanencia. Básicamente podemos distinguir dos clases de grupos: Los Grupos Primarios. Son aquellos en los que el número de individuos suele ser bastante restringido, en el que las relaciones entre ellos son muy íntimas, los papeles están definidos con exactitud y la solidaridad es muy profunda, p.ej., la familia, los amigos. Los Grupos Secundarios son en general, de mayor número de individuos, muy organizados mediante normas establecidas arbitrariamente y con escasa vinculación afectiva. Estos grupos están dotados de mayor movilidad y de una solidaridad limitada a un campo de interés determinado. P.ej., el sindicato a la asociación profesional.

El conjunto de todos los grupos que viven en un mismo espacio, bajo leyes comunes, forma una sociedad civil. El término está relacionado con la palabra griega polis y latina civitas, por eso, sociedad civil y sociedad política significan lo mismo. En la sociología política actual se hace las distinción entre la sociedad civil y Estado. Incluso suele hablarse de cierto enfrentamiento entre ellos. La sociedad civil está conformada por todos los grupos sociales que no tienen poder político ni pretenden conseguirlo. El Estado, en cambio, está constituido por las personas y grupos que ostentan el poder político. El Estado se caracteriza por tener un territorio definido, un orden jurídico preestablecido, una autoridad no subordinada a ninguna otra soberanía, un orden económico y una población que vive en dicho territorio y está sujeta a la ley y al orden económico determinados por el Estado. Para Hegel, el Estado era la máxima expresión de la sociedad. Por el contrario, Marx definía el Estado como un simple administrador al servicio de la clase dominante. Tomando como punto de referencia a la persona, interesa destacar aquí dos concepciones completamente opuestas del Estado: El Liberalismo, sostiene que el Estado debe reducir su labor a mero espectador de la actividad de los individuos y los grupos. El Totalitarismo, por su parte, otorga al Estado poderes que invaden la esfera privada y regulan todos los aspectos de la vida social. Frente a ellos, el Estado de derecho aparece como una construcción racional que pretende garantizar el disfrute igualitario de todos los derechos de la persona.

Referencias Bibliográficas
ARCHILA RUIZ, Leonardo, SERRANO LÓPEZ Guillermo y TORREGROSA, Enver. Filosofía 10º, 2ª edición, Santafé de Bogotá, Editorial Santillana, 2000. VILLALBA ROMERO, Julio cesar, DE LA PARRA, Francisco y GARCÍA ORTIZ, Fabio. Faro 10º -filosofía-, 1ª edición, Santafé de Bogotá, Editorial Voluntad, 1997. EDITORIAL TERRANOVA. Protagonistas del Mundo, 1ª edición, Bogotá, 1991.

Actividades:
1. Con base en el siguiente texto, Ud., debe publicar un comentario en la página del blog, basado en el interrogante que se presenta al final del mismo. Luego de realizado el comentario, hacer clic en la barra: Publicar cometario y seguir las instrucciones.

EL CONTRATO SOCIAL
Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja de toda la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual, uniéndose cada uno a todos, no obedezca, sin embargo, más que a sí mismo y quede tan libre como antes. Tal es el problema fundamental al que da solución el contrato social. Las cláusulas de este contrato se reducen todas a una sola: a saber, la enajenación total de cada asociado con todos sus derechos a toda la comunidad. Porque, en primer lugar, al darse cada uno la condición es igual para todos, nadie tiene interés en hacerla onerosa para los demás. En suma, como dándose cada cual a todos no se da nadie, y como no hay ningún asociado sobre el que no se adquiera el mismo derecho que uno le otorga sobre uno mismo, se gana el equivalente de todo lo que se pierde y más fuerza para conservar lo que se tiene.

ROUSSEAU, El contrato social.

¿Consideras que el contrato social, tal como es descrito por Rousseau, es la solución ideal para preservar la vida en comunidad? ¿Por qué?

Responder:
2. ¿De qué manera la sociedad nos ayuda a lograr la realización personal?
3. ¿Crees que el Estado debe estar al servicio de la persona o viceversa?
4. Responda las preguntas 2 y 3; luego envíe sus respuestas al correo electrónico: solo.informes.ita@gmail.com
5. El espacio de tiempo para el envío de sus respuestas y demás actividades es el comprendido entre el 21 de agosto y 09 de septiembre del año en curso.