domingo, 13 de marzo de 2011

Valor de la Lógica

EL VALOR DE LA LÓGICA

UN PROBLEMA

Imaginemos una discusión en la que se está debatiendo sobre si un computador puede pensar.  La persona A sostiene que los computadores definitivamente no piensan.  B cree que los computadores no pueden pensar.  C no sabe claramente qué se está entendiendo por pensar, y G defiende que los computadores sí piensan.  ¿Se puede resolver esta discusión?  A primera vista no hay como saberlo.  Las cuestiones filosóficas como ¿Pueden pensar los computadores? son bastante difíciles y existen posiciones diversas a la hora de responderlas.  Pero esto no significa que valga la pena intentarlo.

Desarrollemos más la discusión.  Si cada uno de los participantes en la disputa se limita a exponer sus ideas y está reacio a discutirlas, es difícil que el grupo llegue a un acuerdo.  En ese caso no vale la pena conversar.  Pero si el grupo asume una actitud filosófica, y cada participante quiere o desea que su posición sea discutida o analizada, entonces será posible hallar una respuesta común.  En ese caso no basta con exponer la posición propia, sino que además es fundamental ofrecer razones que la sustenten.  Dependiendo del modo como cada uno argumente, es probable que se llegue a un acuerdo, tal vez no sobre la pregunta planteada en un comienzo, pero sí al menos sobre quien está argumentando bien o mal.  Desde el punto de vista filosófico, si hay una tesis que está siendo mejor argumentada que otra, entonces esa tesis nos debe persuadir más y, en tal caso, como filósofos, debemos cambiar nuestras creencias o al menos repensar nuestra posición inicial.  Y aunque alguien podría pensar que no hay criterios comunes para decidir cuándo un argumento es bueno o es malo, lo cierto es que sí los hay.  La lógica nos enseña cómo evaluar los argumentos para saber cuál es mejor que los demás y nos permite saber en qué ocasiones estamos razonando bien y cuando mal.

EL TEST DE VALIDEZ

Imaginemos que el personaje G dice: Los computadores pueden pensar porque saben jugar ajedrez.  Este es un argumento.  G está ofreciendo una razón para defender su posición.  Pero, como es obvio, no basta con ofrecer razones para que una idea sea admitida como correcta, pues si fuese así cualquier cosa sería correcta al poderse argumentar de cualquier manera.  Si por ejemplo F dice: Los computadores pueden pensar porque a mí me parece que es así, todos podemos decirle a F que su razón es bastante floja y que no convence a nadie.  El argumento es malo, porque en realidad no está ofreciendo razón alguna de peso.  Lógicamente en este argumento, a partir de la razón ofrecida (la premisa), no se puede establecer que Los computadores pueden pensar (o sea, la conclusión).  Además, el argumento no persuade.  Pero esto no significa que tengamos que rechazar la tesis Los computadores pueden pensar, pues puede haber buenas razones para defender que esa idea es correcta y hay muchos argumentos que no hemos examinado, como el argumento de G.  el hecho de que F argumente mal no significa que la tesis de por F sea incorrecta, sino que necesita ser mejor argumentada y, sobre todo, significa que F debe mejorar su manera de argumentar.

Analicemos el argumento de G.  ¿Es un buen o mal argumento?  Para responder esta pregunta necesitamos de un criterio que no sólo sea aplicable a este argumento en particular, sino a todo argumento posible.  Así que mejor será preguntarnos antes ¿cómo podemos saber que un argumento es mejor que otro? 

Los lógicos han estudiado esta pregunta durante mucho tiempo y se ha llegado a muchas conclusiones al respecto, algunas bastante complejas.  Pero a nosotros sólo nos interesa lo básico, por el momento.  Para saber si un argumento es bueno o no, en primer lugar tenemos que hacernos una sencilla pregunta: ¿la pretendida conclusión del argumento se puede establecer siempre a partir de las premisas ofrecidas?  Si aplicamos este primer criterio a un argumento y la respuesta es “si”, entonces el argumento es bueno en la forma como fue construido.  En esos casos, en lógica decimos que el argumento es válido.  Si la respuesta es “no”, diremos que el argumento es inválido.

Claro está que existen otros criterios para saber si un argumento es bueno o no y todos esos criterios son complementarios.  Esto significa que el criterio hasta ahora expuesto no es suficiente, aunque sí necesario para que, desde el punto de vista de la forma del argumento, éste pueda ser considerado válido. Llamaremos a este criterio, el criterio de validez formal de un argumento,  que podemos expresar en una regla o ley: En todo argumento válido la conclusión siempre se puede establecer a partir de las premisas dadas.  Y podemos diseñar un test para probar si un argumento cumple o no con la condición de la validez formal.  El test consiste en escribir solamente las premisas del argumento, y observar si a partir de la sola lectura de éstas se puede saber la conclusión.  Por ejemplo, si yo digo: Si Adolfo actuó por motivos egoístas, entonces sus actos deben ser juzgados como malos.  Es cierto que Adolfo actuó por motivos egoístas.  Por lo tanto…

¿Qué debo concluir a partir de esas premisas?  Nada distinto al enunciado Los actos de Adolfo deben ser juzgados como malos.  Cualquier persona puede sacar esa conclusión, pues por la forma como está construido el argumento, con sólo ver las premisas se puede saber cuál es la conclusión.  El argumento ha pasado el test.  Hay que anotar, no obstante, que el hecho de que el argumento haya pasado el test de validez no implica que la conclusión sea verdadera.  Es más, ni siquiera sabemos de cuál Adolfo se está hablando ni a qué motivos o actos se refiere.  Lo que nos dice el test de validez es que si se da el caso en que las premisas del argumento son válidas, entonces sólo en ese caso la conclusión también lo será, aunque el test no nos puede ayudar a determinar la validez del contenido de las premisas.

Apliquemos pues el test de validez al argumento de G. La  premisa es: Los computadores saben jugar ajedrez.   ¿Qué debemos concluir a partir de ahí?  G sostiene que la conclusión debe ser  Los computadores pueden pensar.  Pero ¿es necesario que saquemos esa conclusión?  Lo cierto es que no.  La conclusión es probable, pero no necesaria.  Perfectamente puede suceder que saber jugar ajedrez no implique poder “pensar”.  Y por eso podemos decir que el argumento de G tal y como está planteado no pasa el test.  Sin embargo, G podría mejorar su argumento e introducir una nueva premisa: Los computadores saben jugar ajedrez.  Si algo juega ajedrez, entonces ese algo puede pensar (o en otras palabras: Todos los que juegan ajedrez piensan).

La conclusión aquí es inevitable y con esa premisa nueva es evidente que el argumento sí es válido, puesto que así supera el test.  Todos tendrán que estar de acuerdo, entonces, en que si las premisas de ese argumento son verdaderas, la conclusión tiene que serlo.  Pero como ya lo dijimos, el hecho de que un argumento sea válido en su forma no implica que su contenido sea verdadero.  Y eso hace que el argumento siga siendo discutible, pues alguien podría cuestionar las premisas.

EL TEST DE LAS PREMISAS

Imaginemos ahora que el personaje A decide discutir el argumento reformulado de G.  He aquí los contra-argumentos de A: -No es cierto que “Todos los que juegan ajedrez piensan”, pues para pensar no sólo uno debe estar en la capacidad de jugar ajedrez, sino que también debe estar en la capacidad de hablar, de sentir, de percibir y de imaginar.  –Es cuestionable afirmar que los computadores saben jugar ajedrez, porque para saber jugar ajedrez no basta con mover las fichas según las reglas del juego, sino que además es necesario saber qué significa jugar ajedrez, y los computadores no interactúan con el mundo como para hacernos evidente que saben qué es lo que significa jugar ajedrez.

Estos dos argumentos ofrecidos por A son buenos, pues no sólo aprueban el test de validez, sino que además parten de premisas que son fiables.  Y como podemos observar, estos argumentos cuestionan la verdad de las premisas ofrecidas por G.  De esto podemos concluir que las premisas del argumento de G no son fiables del todo y, por lo tanto, su argumento no es del todo bueno, aunque satisfaga el criterio de validez formal.

¿Qué podemos aprender de todo esto? Que hay un segundo criterio para establecer si un argumento es bueno o no: sus premisas deben ser fiables.  Y el hecho de que sean fiables depende de que sean o evidentemente verdaderas, o que estén comprobadas, o que nos cueste mucho trabajo dudar de ellas.  Por ejemplo, en el primer contra-argumento de A, podemos preguntarnos si la premisa es fiable o no.  ¿Alguien cree que pensar no significa hablar, sentir, percibir e imaginar, además de razonar y recordar?  Ese al menos es nuestro  complejo concepto de “pensamiento”, y nos cuesta trabajo creer que “pensar” se reduce a operar lógicamente con reglas.   Se trata de una premisa difícil de cuestionar, pues ese es el significado común de “pensar”.  El argumento de A ha superado entonces una segunda prueba: el test de fiabilidad de las premisas.

EL VALOR DE LA LÓGICA

Lo que hemos dicho hasta ahora no significa que el análisis de los argumentos de A sea definitivo, ni mucho menos que la respuesta de A sea la correcta.  Falta mucho por discutir y hay muchos argumentos por analizar. Además no hemos estudiando todos los criterios lógicos que hay para saber si un argumento es bueno.  Para eso es necesario un curso de lógica.  Todo lo que hemos establecido es esto: primero, que hay unos argumentos que son mejores que otros; segundo, que hay criterios para saber cuándo se está argumentando bien o mal.


Aristóteles

La lógica es pues la herramienta indispensable del filosofar.  Hay muchos métodos en filosofía, pero las herramientas que nos ofrece la lógica son las más elementales y las comunes.  Son tan efectivas que nos permiten llegar a acuerdos, así sea sobre cuestiones parciales.  Sobre todo nos enseñan a saber discutir y argumentar.  Eso es importante no sólo para las ciencias y jurisprudencia sino también para la vida práctica y cotidiana.

Cuando hablamos de respetar las opiniones ajenas no hablamos de ignorarlas o pasarlas por alto.  Hablamos de ser capaces de analizarlas con argumentos.  Y para argumentar bien hay que saber cómo se hace.  La lógica es pues un buen entrenamiento.  No sólo es cálculo y razonamiento; es también diálogo, respeto, entendimiento y tolerancia, que son, entre otras cosas, las bases de nuestra sociedad libre y democrática.  No en vano la filosofía y la lógica se originaron en Atenas, una sociedad originalmente democrática, pero sobre todo, una sociedad dialogante. 

Bibliografía:
Tomado de: El Valor de la Lógica, Sección Monografía. Filosofía 10º,  Editorial Santillana Siglo XXI (Varios Autores), pág. 198-201, 2000.

Actividades:

1.    Con base en la información del texto, realice un comentario sobre el siguiente interrogante: ¿Pueden pensar los computadores?  construir argumentos con los criterios lógicos dados.
2.    ¿Qué lo que hace a un argumento persuasivo?
3.   La respuesta al interrogante 2º, enviarla al correo electrónico solo.informes.ita@gmail.com
4.    Fecha límite para la publicación de sus comentarios y el envío de sus correos: 31 de Marzo de 2011.