sábado, 25 de mayo de 2013

Las Ciencias Humanas...


LAS CIENCIAS HUMANAS COMO PROBLEMA FILOSÓFICO

Generalmente, cuando hablamos de ciencia pensamos en las ciencias naturales; nos imaginamos un laboratorio de experimentación y un tablero lleno de fórmulas matemáticas.  ¿Pero qué pasa con las ciencias humanas?  Pues no caben, por su puesto, bajo esa imagen del trabajo científico, lo que nos hace pensar si realmente existe una ciencia de lo humano.  ¿Cómo conocer el fenómeno de lo humano?

LA PREGUNTA POR EL HOMBRE

A menudo no comprendemos a los hombres.  Su comportamiento y sus ideas, por más que se sucedan una y otra vez en muchas ocasiones, no dejan de sorprendernos.  Hay algo mágico, es cierto, en las acciones humanas: los hombres pueden transformar su entorno natural, crear conocimiento para explicar y predecir acontecimientos, con su lenguaje son capaces de recrear el mundo y realizan obras y sociedades que pareciera que no se rigen por el curso natural de las cosas.  Pensamos que los hombres son libres y que sus obras son el resultado de una naturaleza distinta a la de los eventos físicos.  Y como seres humanos quisiéramos todo el tiempo que fuéramos mejores.  Deseamos cosas y esperamos realizarlas y no nos quedamos del todo satisfechos con lo que hacemos.  Anhelamos progresar y ser mejores y felices.  Todo esto hace que haya algo en la naturaleza humana que es difícil de explicar.  Si nos ponemos a pensar detenidamente en nuestra condición de seres vivos, nos podemos sorprender aún más.  ¿Por qué somos capaces de pensar y ser conscientes? ¿Por qué nos sentimos distintos de los otros seres vivos y de las cosas?  ¿Cuál es nuestro origen?  ¿Cuál es la razón de nuestra existencia?  Estas preguntas que surgen con naturalidad hacen aún mucho más difícil el problema de comprender lo humano, pues a primera vista no vemos claro cómo es que podemos responder a ellas.   La razón es que la mayoría de esas preguntas no intentan saber qué es lo que es el hombre como ser natural, sino que intentan averiguar cómo debe ser el hombre, qué es lo que debemos hacer con nuestras vidas y cómo y por qué debemos cambiar.  Se trata, en otras palabras, de preguntas éticas, y el conocimiento de lo humano sería una de las maneras más idóneas para acercarse a su respuesta.

El problema del con conocimiento de lo humano es pues de capital importancia desde el punto de vista ético.  Los pensadores griegos de la antigüedad consideraron con razón que este problema filosófico es el fundamental.  Una famosa inscripción en el tempo de Apolo en Delfos le señala a los hombres que el imperativo moral para nuestras vidas es el autoconocimiento: conócete a ti mismo.  Esta parece ser la clave para vivir filosóficamente y lograr la felicidad.  Pero la búsqueda de este conocimiento de lo humano se choca con varias dificultades, entre las cuales la más importante es que para que haya conocimiento parece requisito indispensable que exista un sujeto que conoce y un objeto conocido.  Tradicionalmente se ha pensado que el conocimiento se debe adecuar a los objetos y que es eso lo que lo hace objetivo.  Lo perteneciente al reino de lo subjetivo, a primera vista, es lo que nos puede distanciar de la verdad, al ser un ámbito de lo relativo y variable.  Y para que haya objetividad parece necesario que exista un distanciamiento entre lo subjetivo y objetivo, de tal manera que el sujeto de conocimiento pueda conocer las cosas tal y como son y no simplemente como aparecen.  Sin embargo,  en el caso del conocimiento de lo humano, el sujeto de conocimiento es el mismo objeto de conocimiento.  Esto imposibilita el distanciamiento necesario para lograr la objetividad y hace difícil, si no imposible, el acercamiento a la verdad sobre lo que somos.  Siempre estaríamos, según esto, observándonos bajo nuestros propios velos y prejuicios y la verdad de nuestra esencia estaría lejos de nuestro alcance.  Y en la medida en que en la base de las ciencias humanas persista esta dificultad filosófica fundamental, no podemos pretender un conocimiento de lo humano que sea científico.

LA IDEA DE CIENCIA HUMANA

Si intentamos aplicar el paradigma de conocimiento tradicional al caso del conocimiento de lo humano, podemos pensar que el método de conocimiento de las ciencias humanas debe ser similar o el mismo de las ciencias naturales.  ¿Pero no se trata acaso de un objeto de conocimiento distinto?  ¿Las herramientas de las ciencias naturales no son inadecuadas para el estudio del fenómeno propiamente humano?  En los últimos siglos se ha intentado aplicar las herramientas y procedimientos de las ciencias naturales al caso del conocimiento de lo humano.  Quizás la historia de las ciencias humanas y sociales se pueda explicar en ese sentido como un intento de extender la ciencia de la naturaleza a otros ámbitos, o al menos de limitarla.  Pero semejante pretensión no sólo puede ser perniciosa al darnos un concepto falso de lo que es lo humano, sino que además puede estar fundada en una concepción ingenua de lo que es el trabajo en las ciencias naturales.  ¿Acaso, cuando indagamos en la naturaleza, no la transformamos haciéndola parte de nosotros mismos?  ¿No es cierto también que el conocimiento de la naturaleza nos ayuda a comprendernos mejor?  Además, ¿quiénes son los que hacen la ciencia?  ¿No son los mismos seres humanos?  ¿No evidenciamos lo que somos nosotros al conocer el mundo que nos rodea?  En suma, podemos preguntar un poco provocativamente: ¿qué ciencia no es humana?

EL CASO DE LA CIENCIA HISTÓRICA

El debate sobre la posibilidad de hacer una ciencia humana es muy largo y complejo.  Pensemos pues en un caso ejemplar: el de la ciencia histórica.  ¿Podemos distinguir la ciencia histórica de la historia misma?  Si existiera tal distinción, podríamos hablar de la historia, en términos casi metafísicos, como un conjunto determinado de hechos en los que los seres humanos somos protagonistas.  Esta sería la historia como objeto de conocimiento de la ciencia, el conjunto de los hechos reales; mientras que la ciencia histórica sería el relato estructurado en el lenguaje de esos hechos.  Si el relato es propiamente científico, desde el punto de vista tradicional, correspondería con los hechos reales.  Pero ¿cuáles hechos?  ¿Qué es lo que hace a un hecho histórico?  Pareciera más bien que es la misma ciencia histórica la que decide qué hechos son relevantes y qué  hechos no lo son, qué se puede considerar como histórico y qué no.  En ese caso deberíamos estar tentados a pensar que es la ciencia histórica la que determina los hechos aunque pueda parecer extraño a primera vista. Pero no hay nada de extraño en esto; del pasado sólo tenemos el relato y la creencia en la existencia de consecuencias actuales de esos  hechos, a los que sólo podemos acceder a través del relato mismo.  La historia, como hecho, no se distinguiría de la historia como autocomprensión de nuestro pasado en el discurso.  Los criterios para seleccionar lo que es históricamente relevante pueden variar y es necesario discutir con anterioridad qué tipo de sucesos deben ser considerados como significativos y cuáles como superficiales.  Nuestra historia será pues nuestro relato o autocomprensión de los acontecimientos que, según un criterio determinado, consideramos relevantes para explicar hechos actuales o para explicar conductas del pasado mismo.  No hay una descripción puramente objetiva de esos hechos que sea radicalmente independiente del sujeto que intenta explicar su propio pasado. 

La ciencia histórica se revela así como un problema filosófico.  Es necesaria una filosofía de la historia que explique las condiciones que hacen posible ese conocimiento, haciendo una relación de sus límites y capacidades.  Algunas filosofías de la historia, como el historicismo, proponen la posibilidad de elaborar una ciencia capaz de predecir los acontecimientos futuros, creyendo que los hechos históricos se rigen por leyes generales o necesarias.  Pero esto es creer que la ciencia histórica se puede o debe comportar como una ciencia natural.  Pero, en la medida en que la noción de objetividad de la ciencia histórica (y tal vez de todas las ciencias humanas) sea distinta a la de las ciencias naturales, no es posible.  La ciencia natural misma ya constituye un problema para la filosofía y, a menudo, ha sido necesario recurrir a las ciencias humanas para explicar el fenómeno de las ciencias naturales.  El hecho mismo de que no podamos predecir el avance futuro de nuestros conocimientos científicos hace impredecible nuestro futuro histórico, en la medida en que nuestra historia (los acontecimientos históricos) estén determinados también por nuestros avances científicos.  Así, una característica que es propia de las ciencias naturales, como es la capacidad de predecir sucesos futuros, no parece poder aplicarse al caso del conocimiento de lo humano.  Las ciencias humanas tienen pues un carácter distinto al de las naturales y son, de suyo, problemáticas en la medida en que pretendamos hablar de objetividad en ellas desde una perspectiva ingenua.

Lo que tenemos que hacer, al parecer, es ampliar considerablemente nuestra noción de conocimiento científico.  Ser científico no puede ser sólo experimentar con batas blancas en un laboratorio y construir fórmulas matemáticas para predecir sucesos.  Eso dejaría de lado la posibilidad de nuestra autocomprensión.  Debemos pensar en el conocimiento como algo más general, como la capacidad de explicar efectivamente lo que nosotros somos y lo que nos rodea desde un punto de vista puramente humano.  Será necesario, por su puesto, hacer una epistemología de la historia como ciencia, por ejemplo.  Epistemología quiere decir un estudio sistemático de los principios que hacen posible ese conocimiento.  Pero es estudio epistemológico no puede ser sólo lógico, debe comprender también a la ciencia como un fenómeno humano, que surge entre los hombres, por los hombres y para los hombres.  Mientras no reflexionemos en esto, será muy difícil hablar de ciencias humanas  y sociales, y el proyecto de comprendernos a nosotros mismos seguirá siendo problemático.  Los científicos sociales deben desprenderse de su complejo, admitiendo que no toda la ciencia debe regirse por los parámetros (que ni siquiera están del todo claros) de la ciencia natural.  Y los científicos naturales también deben aceptar su lugar, no como funcionarios de una empresa pura, alejada de la realidad humana, sino como sujetos de conocimiento que son ante todo, humanos.  Los científicos naturales también deben verse a sí mismos como humanistas.  Esa, tal vez es la clave de su autocomprensión.

Bibliografía:
VALERO, Carlos Arturo, GALINDO, Luis Eduardo y Otros. Filosofía 11º,  Editorial Santillana Siglo XXI, 1ª Edición, Santafé de Bogotá, 2000.  Pág. 68-71.

Actividades:

1.    Con base en la información del texto, realice un comentario sobre el siguiente interrogante: ¿Qué es un hecho histórico?
2.    ¿La ciencia histórica puede predecir los acontecimientos del futuro? ¿Por qué?
3.    La respuesta al interrogante 2º, enviarla al correo electrónico solo.informes.ita@gmail.com
4.    Fecha límite para la publicación de sus comentarios y el envío de sus correos: 14 de Junio/ 2013.