LAS CIENCIAS HUMANAS
COMO PROBLEMA FILOSÓFICO
Generalmente, cuando
hablamos de ciencia pensamos en las ciencias naturales; nos imaginamos un
laboratorio de experimentación y un tablero lleno de fórmulas matemáticas. ¿Pero qué pasa con las ciencias humanas? Pues no caben, por su puesto, bajo esa imagen
del trabajo científico, lo que nos hace pensar si realmente existe una ciencia
de lo humano. ¿Cómo conocer el fenómeno
de lo humano?
LA PREGUNTA POR EL
HOMBRE
A
menudo no comprendemos a los hombres. Su
comportamiento y sus ideas, por más que se sucedan una y otra vez en muchas
ocasiones, no dejan de sorprendernos.
Hay algo mágico, es cierto, en las acciones humanas: los hombres pueden
transformar su entorno natural, crear conocimiento para explicar y predecir
acontecimientos, con su lenguaje son capaces de recrear el mundo y realizan
obras y sociedades que pareciera que no se rigen por el curso natural de las
cosas. Pensamos que los hombres son
libres y que sus obras son el resultado de una naturaleza distinta a la de los
eventos físicos. Y como seres humanos
quisiéramos todo el tiempo que fuéramos mejores. Deseamos cosas y esperamos realizarlas y no
nos quedamos del todo satisfechos con lo que hacemos. Anhelamos progresar y ser mejores y felices. Todo esto hace que haya algo en la naturaleza
humana que es difícil de explicar. Si
nos ponemos a pensar detenidamente en nuestra condición de seres vivos, nos
podemos sorprender aún más. ¿Por qué
somos capaces de pensar y ser conscientes? ¿Por qué nos sentimos distintos de
los otros seres vivos y de las cosas?
¿Cuál es nuestro origen? ¿Cuál es
la razón de nuestra existencia? Estas preguntas
que surgen con naturalidad hacen aún mucho más difícil el problema de
comprender lo humano, pues a primera vista no vemos claro cómo es que podemos
responder a ellas. La razón es que la mayoría de esas preguntas
no intentan saber qué es lo que es el hombre como ser natural, sino que
intentan averiguar cómo debe ser el hombre, qué es lo que debemos hacer con nuestras
vidas y cómo y por qué debemos cambiar.
Se trata, en otras palabras, de preguntas éticas, y el conocimiento de
lo humano sería una de las maneras más idóneas para acercarse a su respuesta.
El
problema del con conocimiento de lo humano es pues de capital importancia desde
el punto de vista ético. Los pensadores
griegos de la antigüedad consideraron con razón que este problema filosófico es
el fundamental. Una famosa inscripción
en el tempo de Apolo en Delfos le señala a los hombres que el imperativo moral
para nuestras vidas es el autoconocimiento: conócete a ti mismo. Esta parece ser la clave para vivir
filosóficamente y lograr la felicidad.
Pero la búsqueda de este conocimiento de lo humano se choca con varias
dificultades, entre las cuales la más importante es que para que haya
conocimiento parece requisito indispensable que exista un sujeto que conoce y
un objeto conocido. Tradicionalmente se
ha pensado que el conocimiento se debe adecuar a los objetos y que es eso lo
que lo hace objetivo. Lo perteneciente
al reino de lo subjetivo, a primera vista, es lo que nos puede distanciar de la
verdad, al ser un ámbito de lo relativo y variable. Y para que haya objetividad parece necesario
que exista un distanciamiento entre lo subjetivo y objetivo, de tal manera que
el sujeto de conocimiento pueda conocer las cosas tal y como son y no
simplemente como aparecen. Sin
embargo, en el caso del conocimiento de
lo humano, el sujeto de conocimiento es el mismo objeto de conocimiento. Esto imposibilita el distanciamiento
necesario para lograr la objetividad y hace difícil, si no imposible, el
acercamiento a la verdad sobre lo que somos.
Siempre estaríamos, según esto, observándonos bajo nuestros propios
velos y prejuicios y la verdad de nuestra esencia estaría lejos de nuestro
alcance. Y en la medida en que en la
base de las ciencias humanas persista esta dificultad filosófica fundamental,
no podemos pretender un conocimiento de lo humano que sea científico.
LA IDEA DE CIENCIA
HUMANA
Si
intentamos aplicar el paradigma de conocimiento tradicional al caso del
conocimiento de lo humano, podemos pensar que el método de conocimiento de las
ciencias humanas debe ser similar o el mismo de las ciencias naturales. ¿Pero no se trata acaso de un objeto de
conocimiento distinto? ¿Las herramientas
de las ciencias naturales no son inadecuadas para el estudio del fenómeno
propiamente humano? En los últimos
siglos se ha intentado aplicar las herramientas y procedimientos de las
ciencias naturales al caso del conocimiento de lo humano. Quizás la historia de las ciencias humanas y
sociales se pueda explicar en ese sentido como un intento de extender la
ciencia de la naturaleza a otros ámbitos, o al menos de limitarla. Pero semejante pretensión no sólo puede ser
perniciosa al darnos un concepto falso de lo que es lo humano, sino que además
puede estar fundada en una concepción ingenua de lo que es el trabajo en las
ciencias naturales. ¿Acaso, cuando
indagamos en la naturaleza, no la transformamos haciéndola parte de nosotros
mismos? ¿No es cierto también que el
conocimiento de la naturaleza nos ayuda a comprendernos mejor? Además, ¿quiénes son los que hacen la
ciencia? ¿No son los mismos seres
humanos? ¿No evidenciamos lo que somos
nosotros al conocer el mundo que nos rodea?
En suma, podemos preguntar un poco provocativamente: ¿qué ciencia no es
humana?
EL CASO DE LA CIENCIA
HISTÓRICA
El debate sobre la posibilidad de hacer una
ciencia humana es muy largo y complejo.
Pensemos pues en un caso ejemplar: el de la ciencia histórica. ¿Podemos distinguir la ciencia histórica de
la historia misma? Si existiera tal
distinción, podríamos hablar de la historia, en términos casi metafísicos, como
un conjunto determinado de hechos en los que los seres humanos somos
protagonistas. Esta sería la historia
como objeto de conocimiento de la ciencia, el conjunto de los hechos reales;
mientras que la ciencia histórica sería el relato estructurado en el lenguaje
de esos hechos. Si el relato es
propiamente científico, desde el punto de vista tradicional, correspondería con
los hechos reales. Pero ¿cuáles
hechos? ¿Qué es lo que hace a un hecho
histórico? Pareciera más bien que es la
misma ciencia histórica la que decide qué hechos son relevantes y qué hechos no lo son, qué se puede considerar
como histórico y qué no. En ese caso
deberíamos estar tentados a pensar que es la ciencia histórica la que determina
los hechos aunque pueda parecer extraño a primera vista. Pero no hay nada de
extraño en esto; del pasado sólo tenemos el relato y la creencia en la
existencia de consecuencias actuales de esos
hechos, a los que sólo podemos acceder a través del relato mismo. La historia, como hecho, no se distinguiría
de la historia como autocomprensión de nuestro pasado en el discurso. Los criterios para seleccionar lo que es
históricamente relevante pueden variar y es necesario discutir con anterioridad
qué tipo de sucesos deben ser considerados como significativos y cuáles como
superficiales. Nuestra historia será
pues nuestro relato o autocomprensión de los acontecimientos que, según un
criterio determinado, consideramos relevantes para explicar hechos actuales o
para explicar conductas del pasado mismo.
No hay una descripción puramente objetiva de esos hechos que sea radicalmente
independiente del sujeto que intenta explicar su propio pasado.
La ciencia histórica se revela así como un
problema filosófico. Es necesaria una
filosofía de la historia que explique las condiciones que hacen posible ese
conocimiento, haciendo una relación de sus límites y capacidades. Algunas filosofías de la historia, como el
historicismo, proponen la posibilidad de elaborar una ciencia capaz de predecir
los acontecimientos futuros, creyendo que los hechos históricos se rigen por
leyes generales o necesarias. Pero esto
es creer que la ciencia histórica se puede o debe comportar como una ciencia
natural. Pero, en la medida en que la
noción de objetividad de la ciencia histórica (y tal vez de todas las ciencias
humanas) sea distinta a la de las ciencias naturales, no es posible. La ciencia natural misma ya constituye un
problema para la filosofía y, a menudo, ha sido necesario recurrir a las
ciencias humanas para explicar el fenómeno de las ciencias naturales. El hecho mismo de que no podamos predecir el
avance futuro de nuestros conocimientos científicos hace impredecible nuestro
futuro histórico, en la medida en que nuestra historia (los acontecimientos
históricos) estén determinados también por nuestros avances científicos. Así, una característica que es propia de las
ciencias naturales, como es la capacidad de predecir sucesos futuros, no parece
poder aplicarse al caso del conocimiento de lo humano. Las ciencias humanas tienen pues un carácter
distinto al de las naturales y son, de suyo, problemáticas en la medida en que
pretendamos hablar de objetividad en ellas desde una perspectiva ingenua.
Lo que tenemos que hacer, al parecer, es
ampliar considerablemente nuestra noción de conocimiento científico. Ser científico no puede ser sólo experimentar
con batas blancas en un laboratorio y construir fórmulas matemáticas para
predecir sucesos. Eso dejaría de lado la
posibilidad de nuestra autocomprensión.
Debemos pensar en el conocimiento como algo más general, como la
capacidad de explicar efectivamente lo que nosotros somos y lo que nos rodea
desde un punto de vista puramente humano.
Será necesario, por su puesto, hacer una epistemología de la historia
como ciencia, por ejemplo. Epistemología
quiere decir un estudio sistemático de los principios que hacen posible ese
conocimiento. Pero es estudio
epistemológico no puede ser sólo lógico, debe comprender también a la ciencia
como un fenómeno humano, que surge entre los hombres, por los hombres y para
los hombres. Mientras no reflexionemos
en esto, será muy difícil hablar de ciencias humanas y sociales, y el proyecto de comprendernos a
nosotros mismos seguirá siendo problemático.
Los científicos sociales deben desprenderse de su complejo, admitiendo
que no toda la ciencia debe regirse por los parámetros (que ni siquiera están
del todo claros) de la ciencia natural.
Y los científicos naturales también deben aceptar su lugar, no como
funcionarios de una empresa pura, alejada de la realidad humana, sino como
sujetos de conocimiento que son ante todo, humanos. Los científicos naturales también deben verse
a sí mismos como humanistas. Esa, tal
vez es la clave de su autocomprensión.
Bibliografía:
VALERO,
Carlos Arturo, GALINDO, Luis Eduardo y Otros. Filosofía 11º, Editorial Santillana Siglo XXI, 1ª Edición,
Santafé de Bogotá, 2000. Pág. 68-71.
Actividades:
1.
Con
base en la información del texto, realice un comentario sobre el siguiente
interrogante: ¿Qué es un hecho histórico?
2.
¿La
ciencia histórica puede predecir los acontecimientos del futuro? ¿Por qué?
4.
Fecha
límite para la publicación de sus comentarios y el envío de sus correos: 14 de Junio/ 2013.